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Autor: Dr. Armando Luna Silva
Fotografía: Jimmy Mendieta
Copyright 2012 Jimmy Mendieta. All rights reserved.
«Esa es la imagen de Santiago que por las calles del julio jinotepino pasea su mirada vaga de horizonte marino, buscando por los barrios y las esquinas lo que allí no perdió: una campana verde de alga, como nacida del mar, con tañido de marimba que sólo sabe llorar. Es una imagen prodigiosa de fuerza y dulzura; su rostro es la soledad, el espacio, la distancia, es la proa que sobrevive en la claridad de las aguas.» – Dr. Armando Luna Silva
En tierras nicaragüenses se levanta Jinotepe. Esta noble ciudad es un manojo de amistad y de limpieza. En su paisaje, como brazos de titanes se dibujan las altas torres de la Iglesia Parroquial que guarda la imagen del Apóstol Santiago, Patrón de la Ciudad. El licenciado Fray Pedro Agustín Morel de Santa Cruz visita Jinotepe en 1751. En el informe de su visita describe el pueblo y su iglesia y, refiriéndose al pueblo, dice: «Su titular es Santiago».
La buena gente del poblado de Jinotepe, a principios de siglo, sentía una pasión nocturna por los cuentos de apariciones, embrujamientos y almas que penan. Sus atardeceres eran temerosos. Suaves y lentos. Las sombras venían despacio y era cuando los fantasmas adquirían mayor movilidad. En las noches cerradas de lluvias interminables, cuando los fantasmas invadían los rincones del pueblo y los supersticiosos relámpagos atravesaban las calles, la anciana sirvienta del hogar reunía a los niños junto al fogón para contarles narraciones espeluznantes. Y ante la mirada atónita de los niños y el suspenso de su respiración desfilaban la carretanagua, la cegua, la lutuda, el cadejo, …. Continuación →